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22 noviembre 2009

Beilis y cocacola adicción mortal


Si hay un color que pueda definir una noche larga, es el negro. No el de la noche, no el de tu ligue, no el de debajo de tus uñas. Digo el negro de tu propia pota en tu propio water. Es decir, que Dios sabe cómo, te las apañaste para conseguir llegar a casa, acostarte ebrio ebriérrimo, y, en un esfuerzo sobrehumano, llegar hasta la taza para expulsar fluidos que nunca creíste posibles tras lo que en términos físicos se denomina "un despertar de mierda".

Al parecer alguien se adelantó. El gato ya había sido vomitado. No que el gato haya salido de la tripa de nadie, sino que algún cabrón a tenido a bien compartir algo más que una mirada con el. Y pasea su olor por la casa mientras mueve alegremente la cola. No hay que decir que tu amigo hace horas que se fue. Te quiero Batzoki. Pero explícame cómo coño conseguiste mantenerle quieto.

Al margen de esta entrañable experiencia, las fiestas que uno hace en casa están bien hasta el segundo caldero de calimoxo, cuando al menos un cenicero se ha caído o directamente se ha caído el Señor Cenicero, amigo de nosequién y que ya traía su pedo de casa; cuando alguien está follando en el único baño y el fregadero, a la sazón lleno de platos de la cena, se ve con otros ojos. Cuando los sofás son objeto de codicia, porque el suelo está frío y las sillas no molan na. Llega ese momento en que alguien con aspiraciones de triunfar en el mundo de la música coge el ordenador y empieza a pegarle chista de la buena, con su alegre bakalao, y no precisamente el de las ambulancias.

Llega el humo, llega un vaso al suelo, llega la fregona de no se sabe dónde y al mover las mesas Don Cenicero tira su cigarro sobre el sofá. Ese cabrón empieza a ganarse el derecho a irse a la puta mierda, eso sí, con todas las de la ley. Ley que ha dejado de reinar en tu salón. Y ya en el summum, cuando uno de tus amigos, con una sonrisa totalmente derivada del exceso de alcohol, mira demasiado a otra amiga o más bien a su escote y el gato ha sido pisado después de haber pasado de mano a mano durante horas, no se sabe de dónde aparece una botella de Baileys.

Y ahí está, escondida a la espera de que a algún alma caritativa se le ocurra despejar un poco la mesa de bolsas de aperitivos, botellas, cartones, ceniceros, cigarros a medio fumar flotando en un charco rojo de calimotxo junto con algún amable gargajo, para aparecer triunfante, con su cuello negro elegante.

De momento no es posible que a nadie se le ocurra beber, después de la cocacola o fanta que se ha ingerido, dado el colapso estomacal que eso produciría. Pero amigos, llega un momento en que, cuando todo el mundo duerme o se ha ido a su puta casa (además a esas horas siempre es "su puta casa"), el encanto de las suaves formas de la botella negra te grita con voz de sirena que la bebas.

Intentas renegar, pero el amigo que ha sobrevivido contigo a la debacle te pregunta que qué coño queda de beber. Puede que con algo de suerte consigas rescatar algo de vino y algo de cocacola, pero no haces más que retrasar lo inevitabe. Tras beber los posos mientras te pones filosofico con tu partner, tu mano se va dirigendo hacia tu horrible destino.

Antes de que te des cuenta, estás bebiendo. Antes incluso de que sepas qué estas bebiendo, ya notas que tu estómago se extraña. ¿Qué coño es esto?, dice. ¿Ande está el gas, ande el ardor de garganta?¿qué es esto que te estás tragando, maricona, que parece bebida de chicas?.

Miras la etiqueta. Baileys. Y joder. No te dice nada.

Y es así como volvemos al tema de la pota negra. Porque, si resulta que has aguantado lo suficiente como para levantarte a las 5 horas de haberte dormido, y no recuerdas lo del Bayleis (o cómo coño se escriba), puede que te digas: "joder que resaca, un vaso de cocacola hará que se me pase". Eso sí que es una cagada, y no lo que hace mi prima cuando viene a casa a comer lentejas.
Más grave que cuando te pillaron fumando porros, peor aún que preguntar a una amiga si tiene las tetas operadas mientras le estás tocando el culo a tu novia, que evidentemente lo oye todo. Incluso demoledoramente peor que besar a tu madre en la boca (síii sufrid).

El vater, ese gran amigo. Una vez alguien me dijo que era pura decoración, que con un agujero valía. Qué gran mentira, gilipollas.

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