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16 septiembre 2011

El Patillas



Hay en Burgos un lugar...

Genial frase para empezar una novela de mierda. Por otro lado, sé de un lugar (Triana, pesados, nada de Saratoga ni mierdas del Quijote) de esos que dicen con duende los entendidos hijosputa. Los que dicen saber y nada saben. Vamos, yo, que para ser pedante tengo que insultar a los pedantes.

A lo que iba, ya pedanteemos mucho más allá de lo permitido. Hay un lugar que yo me sé, que está en Burgos (¿todos de acuerdo?), una de esas tascas antiguas, empapeladas con recuerdos amarillentos por el humo tabaco, de mesas cojas y regusto a siglo. Un tugurio con clase, donde  todos se reúnen sin mirarse demasiado, sin que atuendos o edades sirvan de rasero. Sólo cervezas y vino a buen precio, acompañadas de esas míticas Eloy Acero en su bolsa inmutable, una guitarra, una bandurria, y con suerte alguna flauta o violín. Ya está montada otra y otra vez, lo que empezó a las cinco de la tarde acaba a las tres de la mañana, rodeado de viejos y recientes conocidos, riendo y hablando. Dentro o fuera del bar, que la policía permite a quien tanto lleva en el oficio, si las monjas nos perdonan, claro.


Los de Burgos ya saben de qué hablo, o es que son de Gamonal.


Para los de fuera... ¡estáis tardando!




3 comentarios:

  1. Kómo se echa de menos patillear!

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  2. Bueno, quizá tú seas de las que menos echen de menos unas buenas patillas...

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  3. ke chi,ke chi, ke lo echo de menos...
    ah! o no, ke no...

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