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24 agosto 2010

T. A. D.



En la compleja elaboración de un Trabajo Académico Dirigido el alumno deberá tener en cuenta que la pérdida de la vida personal es requisito imprescindible, lo que en sí, por otro lado, tampoco garantiza el éxito en su terminación.

Es más, deberá tener en cuenta que, aunque no se le diga, ha de conseguir que sus conclusiones coincidan plenamente con aquellas que su director de Trabajo comulgue. Otras líneas historiográficas serán automáticamente ignoradas o, de querer exponerlas, debidamente citadas y demonizadas. En el proceso de búsqueda de aquellas ideas que el profesor defiende, el alumno no está autorizado a pedirle información. Es un rasca y gana pero sin gana. Rasca, rasca, rasca hasta que se pase a otro punto por extenuación. Ya se volverá otro día.

Otro dato no menos interesante es que, cuando más se acerca la fecha de entrega del mismo, menos capacidad de ponerse en contacto tendrá el director de Trabajo, para facilitar que el alumno pueda expresar sus conclusiones en base a sus postulados previos y así el director pueda, de un solo plumazo, reirse de ambas y hacérselas repetir a dos semana de la entrega.

Se añade la angustiosa sensación de ir descubriendo nueva bibliografía que deberías haber consultado hace cinco meses, y que al leerla viene a negar 7 párrafos de tu elaborado trabajo.

En resumen. Joder qué asco.


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