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18 junio 2010

¿Semos todos uno?

Mientras en mi cuarto, entre unos escasos setenta folios, se está desarrollando la Historia económica y social de la Plena y Baja Edad Media europea, mis dedos y mis ojos se distraen con el ordenador. No, no os engañéis, no voy a aburrir otra vez como hacemos todos en épocas de estudio, sobre lo que hago cuando me aburro de estudiar, o más bien, que hago hasta que me aburro y me pongo a estudiar, para entretenerme. Para cansinos ya esta el Tueni y el Facebook.

Entre los cuales está de moda, más entre los segundos, lo de las páginas de cosas que todos pensamos y no expresamos porque creemos que esas apreciaciones residen en nuestro fuero interno. Tengo la impresión, nada renovadora, de cada vez todo es más pequeño. Hasta estamos regalando lo más íntimo y trivial de los pensamientos que brotan de nuestras mermadas neuronas. Internet nos está abriendo tanto y a tantos, que al final sí que no vamos a tener nada nuevo que decir, porque, como decía el otro: "todo está dicho ya". Pero no bajemos los brazos ni el ánimo. Al parecer tenemos, nosotros humanos, la capacidad de la creación constante y eterna.

Eso me lleva a preguntarme... ¿cuál será la siguiente chorrada? ¿De verdad no tenemos límite? Suena a ambigüedad, por un lado, siempre hay cosas nuevas. Por otro, siempre parecen las mismas. ¿No nos estaremos engañando, jóvenes? No vendrán los listos de turno dentro de 50 años, al estudiar la cultura popular de estos años, a definirnos en un parrafín, tal como:

"la aparición de internet supuso una revolución en la manera de comunicarse, desde Buenos Aires a Cantón ya no existía más distancia que un doble click. La fluidez de las comunicaciones a escala internacional, mundial, finalmente permitió, tras siglos de búsqueda de lo eterno humano, llegar a una asombrosa conclusión. La educación, el medio, los sentimientos, al margen de calificaciones propias, generan mentalidades a priori genuinas; pero la visión de conjunto alcanzada mediante la puesta en común de todas ellas gracias a Internet reveló que, en el fondo, todos somos estúpidos"

Y es que, en el fondo, sólo queremos abrirnos. Y que la gente nos admire por nuestro rico mundo interior. Joder, si lo que pasa es que luego todo el mundo se apunta a todos esos grupos de "señoras que.." o el amigo Légolas que ataca a orcos. La magia está muriendo en nunca jamás, allí donde creíamos que éramos únicos, nuestro más interno sentir, está abierto, puesto en común, e indica que somos todos muy parecidos. O que nos gusta apuntarnos a todo lo que vemos.

No sé. Guardáos cositas y así luego os sentirés más únicos. Aunque escribir esto sea un cotraejemplo, al fin y al cabo; pero... qué más da.

2 comentarios:

  1. Estoy 100% de acuerdo en esa apreciación de la falta de intimidad que supone internet. Ya no es sólo que no nos guardemos nada (y mira que hay cosas que la gente podría ahorrarse, es decir a mi qué coño me importa si amas a la roja, a Raúl o te gusta montar en bicicleta) sino que nos recreamos en las similitudes con los demás. ¿Qué fue del encanto de la sigularidad? no sé, se ve que es preferible ser como los demás y por tanto aceptado que ser diferente y que esa rareza pueda suponer un motivo de exclusión. Mieeeeeeeeedo a la soledad.....

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  2. Hace tiempo ke no eskribias hijo mio del amor de dios.

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