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11 enero 2010

Las madres de las novias no molan.


La verdad, estas Navidades han sido lahostia en versión pepino. Tres semanas. Tres. Que son muchas y se dicen pronto. Sobre todo cuando, en un retorno nada caluroso a la faculté (pues llevaba nevando tooooda la tarde anterior y eso por la noche se congela, cual hermano marista), aliñado con una calefacción que de -facción nada, y de cale-, las ganas de hacerse borroka y poner alguna bomba por ahí.

Y ahora sólo puedo preguntarme por qué llevo tres horas aquí sentado, en la biblioteca, mirando hacia el techo y consultando cada dos por tres las mismas páginas de coña para ver cuánto tardan en actualizar. Mi vida va a ser, de manera irrevocable, un verdadero coñazo durante todo el mes de enero. A no ser que explote algo grande y esté cerca para verlo. Una lluvia de jirones de carne siempre te deja pensativo. Y da para temas de conversación muy muy largos, al igual que las novias de tus amigos y, sobre todo, sus madres (las de tus amigos, no las de sus novias, que por lo general nadie conoce ni desea conocer, ya que verá a la hija en un futuro quizá no muy lejano y le haga renegar de tal pretendienta para su amigo)

Si tenéis novia, mirad a su madre. Eso, y no otra cosa, salvo que existan tías (hermana de madre en este contexto), es lo que seguramente os aguarde a la vuelta de 10 años. Miradla otra vez y planteaos: ¿eso quiero para mí?. Woody Allen lo sabía, e hizo algo para remediarlo. Por eso hay que adoptar chinitas. Dentro de diez años AÚN serán menores. Diez años después tendrán 20 años. Tú 40 y su fidelidad absoluta. Que me aspen, por Baden Pawell, si no es un buen plan.

Me aburro y es un hecho. ¿Puede alguien volar algo?

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